NUEVO CARRITO NEW LOOLA DE BÉBÉ CONFORT
Convertirse en madre por segunda vez, además de una locura muy grande, es una manera estupenda de resarcirse de todos los desastres de la primera vez, cuando la maternidad y el malvivir te pillaron por sorpresa, con la guardia bajada, los puntos frescos y la inconsciencia de toda madre primeriza que se mete en esto de la maternidad así, a las bravas, sin seguro de vida ni psiquiatra propio.
Yo, personalmente, fui una madre primeriza majara de primer nivel, es decir que antes de que me rajaran el útero toda mi aspiración eran los encajes de valencie, los faldones de batista y las capotitas a juego y lazo, mucho lazo, para poder pasear calle arriba y abajo como si no hubiera un mañana y con la clase y el estilo de Olivia Palermo, sin despeinarme.
Luego vino la realidad y las noches de maldormir, con sus consecuentes ojeras italoamericanas, las regurgitaciones de leche de la pelirroja, que me dejaban plastas blancas hasta en el alma con su incomparable olor a agrio, los llantos a deshora, que me ponían los nervios del revés y me reproducían las arrugas como conejos salvajes, las prisas, los biberones en cadena y el estado de locura transitoria de toda madre novata. Y claro ni chantilly ni valencie ni perro muerto. Lo que había era que sobrevivir.
Pero mi insensatez no sólo me llevó a comprar ropa propia del sXIX sino que para pasear a la nena no se me ocurrió nada mejor que decidirme por un carro tanque, que no sólo pesaba dos mil toneladas sino que tenía unas gigantorruedas que no giraban, por lo que había que hacer maniobras de marine estadounidense para poder doblar una esquina sin matar a alguien.
Si esto en situaciones normales sería un infierno en vida, recién parida, con una raja en la bartola y transpirando malauva por la falta de sueño, era un castigo divino y no sólo para mí, para toda mi calle, que cada vez que me veían aparecer con el gigantocarro, se escondían en los portales y en los locales aledaños para poner a salvo sus pies que yo arrasaba sin piedad, dejando cientos de muñones a mi paso, ante la imposibilidad de sortearlos ni girar las ruedas ni nada de nada, pidiendo disculpas a diestro y siniestro en algunas ocasiones y empujando sin compasión en otras, dependiendo de la locura que destilara aquel día, que generalmente era mucha.
Así que ahora ante mi segunda maternidad y mi nueva oportunidad de ser una persona cuerda, me negaba a volver a darle uso al tanque de la segunda guerra mundial, de ahí que cuando los de El Planeta del Bebé me dijeron de regalarme el New Loola de Bebé Confort para que lo probara y lo disfrutara a partes iguales, no cupe en mi de gozo.
Y menos cupe cuando lo probé -y no lo digo por mis nuevas formas orondas del posparto, un respeto- con esa manera que tiene de deslizarse casi sin empujarlo incluso por calles empedradas, ese girar de ruedas tan suave y fácil, que parece que es teledirigido, lo poquísimo que pesa, que hasta la pelirroja es capaz de levantarlo y esa manera de plegarse, ¡en tijera! como si fuera una sillita básica de paseo pero con todas las prestaciones de un súpercarro. Una maravilla, oiga, en la que mi recién estrenado bebé va paseando como un señor, que no se diga.
Y encima este New Loola de Bébé Confort es una preciosidad en cuanto a diseño, moderno, pero elegante, el que siguen quedando perfectamente conjuntados mis trajecitos de piqué que de cuando en cuando aún le puedo colocar al pequeño, a veces en un alarde de entrega maternal incluso con capota, para fingir que somos gente de bien y pasear como en mis sueños de premadre, pero con más estrés y menos elegancia, para qué nos vamos a engañar.
Y los vecinos de mi calle han vuelto a sonreír y algunos hasta me han devuelto el saludo viéndome con el nuevo y manejable carrito y dejando de temer por sus pinreles. Bueno, todos menos la señora de la tienda de bolsos, que el otro día, confiada al no verme con el gigantocarro se acercó a ver al hermanísimo justo cuando la pelirroja se adueñaba de los mandos y la embestía sin piedad. Y, nuevamente, muñones.
Menos mal que New Loola de Bébé Confort es ligero como el viento y pudimos huir cual malhechoras.
Si es que todo son ventajas…
Flor Enjuto. Blog Hija no hay más que una (Gracias a Dios) @Hijanohaymas