MOCHILAS PARA EL COLE Y LA GUARDE DE TUC TUC
Una de las mejores cosas que tiene el verano es que se acaba y aunque con su final una pierda los días de playa, las sandalias de strass y los mojitos de sandía -que ni saben a mojito ni a sandía-, pierde también buena parte del estrés maternal que ha venido acumulando entre los palazos de arena en la cara, los intentos de ahogamiento diarios y el jaleo de horarios que nos tienen desayunando a la hora del almuerzo y cenando de madrugada y a empujones, ya que llega la ansiada vuelta al colegio, que este año gracias a dios y a la consejera de Educación, es mucho antes.
Yo, que vivo agotada desde que entré en esto de la crianza a tiempo completo –sí, a mí también me engañaron-, ahora, después de tres meses de intensidad maternal, estoy frita por darle esquinazo a la pelirroja y más aún este año, con la aparición en escena del hermanísimo, que también requiere de su cota de atención personalizada y que ha hecho que malviva en un doblete maternal sin fin, que me ha devuelto el tic del ojo, ése que nadie ve, pero que está ahí, como el alma inmortal o como Teruel. Así que la vuelta al cole es como mi luz al final del túnel, mi esperanza de volver a restablecer las conexiones neuronales rotas a base de sobredosis pelirrojil.
Y precisamente para prepararnos para la vuelta al cole, los chicos de El Planeta del Bebé le han regalado a la pelirroja una preciosísima mochila de TucTuc para que se vaya haciendo a la idea de que en nada le toca uniforme y fichas para colorear, que a ver si este año se me aplica más –que ya me la han suspendido un par de veces en reconocimiento de círculos amarillos en el entorno, con el consecuente drama familiar- y al final consigo que se me haga arquitecta de renombre y nos saque de pobres, que es nuestro último y verdadero propósito.
No sé si es porque la mochila es cuquísima o por que representa la inminente libertad de mi persona durante cerca de cinco horas diarias, pero lo cierto es que la mochila es una monería: rosa chicle, con una fresa acharolada, con muchos departamentos para meterlo todo de manera ordenada -que una estará regular de lo suyo pero ordenada es un rato- y hasta con un tupper para meterle a la nena el desayuno… Como diría mi padre, más bonita que la mata del café.
Sin embargo, yo ya me olía que a la niña, que es un poco choni y se muere por las lentejuelas, los tules y todo lo que brille y sea ‘made in China’, no le iba a hacer demasiada gracia, sobre todo porque ya había visto una de Peppa Pig que llevaba tres lazos zapateros rematados con brillantes de plástico fucsia y que daba vergüenza sólo de mirarla, pero así es mi prole, poligonera total, y se ve que ya estaba planeando cómo iba a dar el golpe en el colegio, fardando de esa mochila choni que, por supuesto, yo y mi agotamiento extremo que me hace nublar la razón, le habíamos prometido.
Y efectivamente, cuando la vio retorció el morro y me dijo ‘ez que yo quería la de Peppa, mamá’ y yo, que soy una experta en el arte de la manipulación maternal le dije ‘no, si no es para ti, si es para llevar las cosas del hermano’, que a ver tampoco era mentira del todo, que anda que no iba a ir yo mona y cuquísima como una colegiala de parvulitos con mis cargas de leche y mis biberones de manzanilla.
Y claro, ahí empezó el drama… ‘¿Pero mamá, ez que éza ez de niña y al helmano a lo mejó no le guzta y le guzta máz de Ezpiderman’, ‘Mamá, ez que yo creo que ez mu grande pal hermanito y no la va a poder llevar porque peza mussho’, ‘Mamá, ez que lleva un taper y el helmano zólo come bibi y ahí ze cae…’ Y como veía que yo ni me inmutaba, básicamente porque era después de comer y estaba en coma de sobremesa, acabó por zanjar la cuestión con su risa falsa y nerviosa de ‘voy a perder el salto y al final me quedo sin la mochila’…
‘Mamá ¿a que tú te lo habíaz creído? Zi a mí me guzta musho… y al helmano no tanto porque no entiende de ná y ez que yo creo que éza ez para mí porque a mi me guztan laz frezaz y ez roza y me la han traído los Reyez, ¿a que zí? Porque me he comido el pollo… Zi la de Peppa ez de niñas más shicas ¿a que zí?’
Y de pronto me retrotraí a mi infancia y recordé aquel día en el que solo quedaba un álbum de la Barbie en la papelería y se lo quedó mi amiga Carolina y de pronto y sin saber cómo, me escuché decir aquello de ‘Qué va, si la de Peppa es más bonita y además tiene diamantes rosas y lazos de princesas…’
Sí, lo sé, soy lo peor, pero a mí también me gustan las cosas bonitas y la mochila de Tuc Tuc me la quedo yo. Mañana mismo le compro la de la cerda.